Los
Lacandones son indígenas de la selva Lacandona en Chiapas, México. Ellos se
nombran a sí mismos como los Hach Winik, lo que en su propia lengua quiere
decir Gente Verdadera. Su cultura es inseparable de la selva Lacandona, donde
han vivido desde hace cientos de años. Y es su descendencia directa de las
civilizaciones clásicas de Palenque, Yaxchilán y Bonampak. Históricamente, los
Lacandones vivían en pequeños clanes independientes dispersos a lo largo y
ancho de la vasta y hoy maltratada jungla. De este modo, pudieron sobrevivir
evitando el contacto con enfermedades no propias de la zona. Los Hach Winik
permanecieron unidos gracias a los matrimonios entre miembros de la comunidad,
tradiciones y creencias religiosas compartidas por todos, y un lenguaje común.
Hasta principios de este siglo, la mayoría de ellos vivían recluidos en la
selva, desarrollando una cultura única adaptada a su entorno. Hoy en día, en el
pueblo de Najá, los Lacandones más ancianos continúan inspirando a la comunidad
con historias mitológicas únicas, interpretaciones de sueños, rituales y
principios de agricultura que son puramente Mayas. Aunque hoy en día su número
asciende a no más de 500, han tenido que hacer frente a cambios sin precedentes
en el despertar de la colonización fronteriza masiva y la deforestación de la
selva Lacandona desde la década de los 50.
Es un grupo tribal de origen
prehispánico que vive en los más abruptos lugares en las márgenes de las
corrientes tributarias del Río Usumacinta. Se les atribuye ser el grupo
indígena mexicano menos próximo a la civilización. Desarrollan su vida comunal
agrupados en pequeños núcleos llamados caribales. Éstos, constituidos por dos o
tres familias, consisten en chozas de palma que se levantan en claros del
bosque, abiertos con hachas, machetes y aún con las manos. Las chozas, sumamente frágiles y primitivas,
tienen forma cuadrangular y su estructura se reduce a troncos sustentadores de
un techo de dos aguas, con alero semicircular que en ocasiones desciende hasta
casi tocar el suelo; carecen de paredes y de puertas, y su piso es de atierra
apisonada. En un extremo de estos albergues se instala el fogón, consistente en
tres piedras para apoyar el comal; junto a él se depositan los enseres y
adminículos que forman la dotación hogareña; piedra de moles, banco de tortear,
comal, jícaras, calabazos, ollas y otras vasijas de barro que utilizan para
cocinar los alimentos y servirlos, cucharas de madera y eventualmente
cuchillos. Los recipientes para contener el agua y los alimentos son fabricados
por ellos, sin gusto, burda y primitivamente. El cocimiento del barro que
utilizan, lo consiguen exponiendo el objeto al fuego de una hoguera que avivan
constantemente. Los enseres de la familia se enriquecen a veces con canastos de
endeble consistencia, tejidos con ramas flexibles o Ixtle, y a veces con bolsas fabricadas con piel de lagarto. Es
común que a la choza se anexe una pequeña enramada sostenida por delgados
troncos. Allí se procesa el maíz, que convertido primero en nixtamal y luego en
masa, es el alimento básico de la familia. Las tortillas oscilan de 20 a 30 cm
de diámetro y se tortean sobre hojas de plátano colocadas en un banco de
madera.
Para su reposo los lacandones utilizan
hamacas, que suelen ser de fibra de henequén, corteza de árbol de majagua y en
ocasiones de lona muy gruesa, obtenida en poblados distantes a muchos días de
camino. Emplean también el tapexco,
especie de catre construido con varas y carrizos. El resto del mobiliario se
compone de bancos y mesas diminutos hechas a mano por los habitantes del
caribal.
Aun cuando algunos investigadores
aseguran que la apariencia física de los grupos localizados en la zona norte de
Chiapas, difiere de la que tienen los que residen en la opuesta de San Quintín,
todos los lacandones son de corta estatura – 1.56 metros en promedio -, de
color moreno claro y ojos cafés levemente oblicuos. No tienen en su cuerpo
pilosidades abundantes y el cabello que llevan muy crecido, cayéndoles sobre
los hombros, es negro y ligeramente ondulado.
Su atavío es simple. Los hombres
llevan un rudimentario vestido de manta, con mangas cortas, que les desciende
debajo de las rodillas; y las mujeres, enagua hasta los tobillos, y sobre ella
una túnica parecida al vestido de los varones, equivalente a las dos terceras
partes de la enagua. Para sostener esta prenda, algunas mujeres utilizan una
faja ancha que se lían a la cintura. En un tiempo todavía no muy lejano, los
lacandones elaboraban la manta de sus vestidos, utilizando el algodón que ellos
mismo sembraban. Actualmente la adquieren en los poblados de la periferia. La
mujer lacandona se adorna con aretes y collares de muy diferentes materiales:
vidrio, latón, plástico y aún fibras vegetales y semillas silvestres.
Los lacandones se están extinguiendo
rápidamente. Un cálculo reciente estima en 150 individuos el número de los que
aún viven en la selva chiapaneca. Su origen étnico se localiza en los grupos
indígenas choles y quejeches. La voz lacandon viene de Lacam – tun, que significa Gran Peñol, nombre de la isla rocosa
donde tenía asiento el pueblo principal de los choles. Durante la Colonia, así
llamaban los españoles a los indios de Lacam-Tun. Los españoles cambiaron el
topónimo maya Lacam-Tun en Lacandón, y utilizaron este nombre castellanizado
para indicar no sólo a la isla, sino también a la laguna y a la comarca en su
derredor. La historia de la Selva Lacandona, de 1525 Esta isla, en la laguna de Miramar, fue
descubierta en 1530 por el capitán Alonso Dávila, lugarteniente de Francisco de
Montejo, conquistador de Yucatán, y su caserío fue destruido en 1559 por Pedro
Ramírez de Quiñones. Reconstruido Lacam –
tun por los propios indígenas, fueron nuevamente atacados en 1586 por la
expedición militar del capitán Juan Morales Villavicencio. La huida de los
pobladores al monte, después de prender fuego a sus albergues, exacerbó el
encono de los castellanos, que se dieron a destruir cuanto quedó en la isla,
que desde esa fecha fue abandonada por los lacandones de manera definitiva. La
destrucción de Lacam – tun dispersó a
los lacandones, que poco a poco fueron concentrándose al sur de la laguna, en
dirección a Guatemala. En esta zona, cubierta por la selva, se asentaron
numerosos núcleos que al paso del tiempo fueron a su vez abandonados, hasta que
los indígenas adoptaron la organización social primitiva, reducida y precaria,
que caracteriza a los caribales.
Adoradores del Sol originalmente, los
lacandones hicieron suyos numerosos dioses de los que veneraban los itzáes,
quejaches y mayas de Yucatán, grupos que constantemente invadían su territorio.
Igual permeabilidad mostraron siempre a la catequización de la Iglesia
Católica, llegando a tener una religión primitiva, complicada e híbrida.
El territorio lacandón ha suscitado el
interés de los blancos, por sus grandes riquezas en maderas preciosas, tabaco y
chicle. Para conseguir la simpatía de los indígenas, se han utilizado, como
principales recursos de persuasión, el alcohol, muy diversos alimentos, la ropa
y las armas de fuego… pero esta raza no cede tan fácilmente cuidado!
A pesar de la miseria en que viven,
los lacandones cultivan la música, que ejecutan valiéndose de tambores de
cántaro (kaiyun), caracoles, sonajas
(soot), chirimías y el carapacho de
la tortuga, que golpeado con un hueso de venado produce un sonido grave.
Los lacandones se alimentan de los
productos de la milpa, donde cultivan habitualmente maíz, frijol, chile y
calabazas, y en ocasiones tomate, camotes, yuca, melón, sandía y piña. Fuera de
la milpa obtienen cebollas, chayotes, achiote, así como papaya, plátano,
naranja, piña y mamey. En parcelas especiales cultivan caña de azúcar, henequén
y tabaco. Con el jugo de la caña fermentan la corteza de un árbol llamado balché, para obtener una bebida
embriagante de origen maya que llaman con ese nombre. La pesca y la caza
enriquecen eventualmente su dieta con sus especies fluviales y carne de jabalí,
venado, mono, armadillo, tepezcuintle, faisán y pavo silvestre. La base de su
alimentación es, sin embargo, el maíz, en forma de tortilla, pozol, pinole o
tamales.
Virtualmente sustraídos a toda
autoridad exterior al caribal, los lacandones carecen de organización
jerárquica, además de que entre los varios núcleos existen marcados
antagonismos. Los caribales están ligados por relaciones de familia, pero cada
choza depende del padre, no habiendo entre una y otra familias, dependencias ni
servidumbres.
El aislamiento de los lacandones ha
sido roto por monteros, chicleros, comerciantes, investigadores y turistas;
unos y otros contribuyen a desintegrar su organización y aún perjudican su
supervivencia introduciendo alcohol, drogas, alimentos y enfermedades. Los
lacandones padecen las enfermedades comunes en el exterior de los caribeles,
entre ellas la gripe y el catarro, que con excesiva frecuencia les provocan la
muerte.
ara los años setenta los lacandones
habían vuelto a establecerse o habían sido reubicados por el gobierno en tres poblados
principales: Lacanja Chansayab, en el sur, y Naja y Metzabok, en el norte de la
selva lacandona. Esta consolidación en poblados más grandes se inició en los
años cuarenta, cuando el gobierno abrió la selva a las haciendas. En 1971, con
la creación de la Zona Lacandona, la mayoría de las familias lacandonas que aun
vivían en áreas remotas fueron puestas bajo la protección de los tres poblados
principales. En los nuevos pueblos, la conversión de los lacandones al
cristianismo se facilitó a los evangelizadores. A fines de los años setenta,
las carreteras comenzaron a comunicar a las comunidades y actualmente las
villas cuentan ya con energía eléctrica. Debido al nuevo tráfico y a la
televisión, la penetración externa ha comenzado a inundar a las comunidades.
Las diversas maneras en que los lacandones han resistido o se han adaptado al
cambio refleja sus sensibilidades originales. Muchos de los lacandones que
nunca habían visto un automóvil durante su infancia, ahora reparan sus propias
camionetas. En caso de sufrir alguna enfermedad, algunos escogen aplacar a los
dioses con ceremonias y luego van a la clínica por medicinas occidentales.
En diversas formas, los Lacandones del
sur que habitan Lacanjá Chansayab son culturalmente distintos a los del norte
en Metzabók y Najá. Aún así muchas familias del norte se han mudado al sur a
vivir en Lacanjá o se establecieron en la nueva comunidad cercana en Bethel ;
próxima a una gran área de bosque en donde se encuentran sacerdotes y es una tierra
más fértil y convertida al cristianismo ( situación que encuentra resistencia
en el norte) estas son entre otras las posibles razones para la migración norte
- sur.
Lacanjá Chansayab (o simplemente Lacanjá),
situada en el filo de la biosfera de Montes Azules, cerca de las ruinas de
Bonampak, es la principal comunidad del sur. Viven cerca de la mayor área de
selva intacta. Los Lacandones son los únicos a quienes se les está permitido
cazar en la reserva. Ellos conocen los hábitos estacionales de los animales que
viven en la selva y tienen un conocimiento considerable de la flora medicinal y
comestible. A pesar de que muchas cosas de la vida diaria de Lacanjá son
únicamente Lacandonas, su religión no se ha practicado por muchos años.
Trágicamente, importantes personas mayores murieron con la epidemia de la
fiebre amarilla de principios de siglo rompiendo así con muchas de sus
tradiciones. Los Lacandones del sur, fueron más susceptibles a los misioneros y
otras influencias, perdiendo así sus prácticas religiosas tradicionales.
Hoy la religión de la comunidad de
Lacanjá es evangelista protestante. Los feligreses acuden a una pequeña capilla
a cantar himnos Bautistas traducidos al maya Lacandón. La más reciente
influencia exterior es la nueva carretera que pasa a unos 10 Km. de la
comunidad. La carretera y su construcción con la finalidad de abrir Bonampak
como un mayor centro turístico tendrán ciertamente gran impacto sobre la
comunidad.
Geografía: Lacanja Chansayab a lo
largo del río Lacanjá está a 320 metros sobre el nivel del mar, La Sierra
Cojilita (a 620 mts.) al este y los montes Azules ( a 1400 mts.) desembocan en
el Río Lacanjá y la Laguna Lacanjá (a 250 mts.) 8 Km. al sur de la comunidad.
Metzabók (Mensäbäk), en un gran lago
rodeado de montañas, es la comunidad Lacandona más pequeña. El lago provee de
buena pesca y es el recinto de cuevas sagradas y pinturas rupestres. El pueblo
comienza a 4 km. Del camino principal a
El Tumbo, tiene una atmósfera remota y tranquila. Al mismo tiempo al estar tan remoto,
limita el acceso a las oportunidades económicas. Aun así los evangelistas han
tenido alguna influencia aquí de la cual depende la supervivencia de los
Lacandones. Cerca del poblado José Camino Viejo y su esposa prefieren la vida
desolada rodeada de su milpa y el bosque. Ellos son posiblemente los últimos en
de esta forma tan tradicional. José Camino practica la agricultura original
Lacandona, recolectando hasta 80 diferentes clases plantas comestibles y de
fibras. La reciente escasez de alimentos así como el recorte en los subsidios
mientras México se integra la TLC, puede que provoquen un reencuentro con la
tradicional forma de agricultura Lacandona haciéndola atractiva nuevamente.
Geografía: Laguna Metzabok (a 550
mts.) se extiende al pie de la Sierra Piedron al noreste. La comunidad está a 5
km. al norte de El Tumbo.
Najá, en las orillas del lago del
mismo nombre, es la más tradicional de las tres comunidades. Tratar de
evangelizar a las personas aquí fue un gran fracaso. La poligamia, las ceremonias
en la casa de Dios, la fabricación de cerveza de balche, cerveza de los dioses,
son algunas de las tradiciones sobrevivientes en Najá.
Aunque la reforestación está haciendo
que la caza y la agricultura tradicional sean impracticables, la vida cultural
sobrevive en sueños míticos y cosmología. Najá fue la casa de Chan K’ in Viejo(más adelante) cuya personalidad
carismática ayudó substancialmente a su gente por tres generaciones. Con sus
alrededor de 100, años ha sido el hombre más viejo en Najá y al que le han
consultado la interpretación de los sueños y los mitos y rituales para suplicar
a los dioses. Él es un gran orgullo para la comunidad en la cultura Lacandona.
Hay niños que recuerdan las historias de sus padres y pueden contarlas
largamente y con gran animación.
Geografía: Najá tiene vista a la
Laguna Najá (a 820 mts.) al norte descansa en una depresión en Monte Azules a
15 Km al noreste de Monte Líbano.
Los Lacandones han mantenido su cultura
a través de la Historia oral y la narración de cuentos. El t'o'ohil (el grande;
líder espiritual; guardián de la tradición; narrador) es el Consejero Jefe en
materias tales como: Historia, Mitología, Cosmología, los dioses, el protocolo
de los rituales, canciones e interpretación de sueños. En Najá, este es Chan
K’in Viejo. Nacido en la selva hace unos 100 años, ha tenido fuerzas para
mantener juntos a estas gentes y sus tradiciones durante largo tiempo gracias a
sus narraciones. Las viejas historias de Chan Kin, que tienen su origen en la
cosmología Maya clásica, están a disposición de cualquier Lacandon de Najá que
ande en busca de guía, o de cualquiera que vaya a visitarle. Él es la autoridad
clásica, tal como una enciclopedia, a la que debe consultarse.
Chan Kin Viejo murió en Naja el 27 de
diciembre de 1996. Aparte de ser considerado como una pérdida importante para
su comunidad, aquellos que tuvieron el honor de estudiar con él habrán de
extrañarlo. Él será ampliamente recordado no solo por su vasto conocimiento de
una cultura única, sino también por su inteligencia aguda y su hospitalidad…
Te gusto?
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Para comentar, favor de registrarte.