Hay un viejo modismo expresivo
que hace mucho no oigo ni leo, como si se lo hubiera tragado el cruel destino.
Me refiero a “NOBLEZA OBLIGA”.
¿A qué aluden esas dos palabras? ¿Cuándo las expresaban y por qué?
Aunque varios se la atribuyen a un Duque del siglo XIX, por expresarla en un libro de “memorias y reflexiones”, la expresión es mucho más antigua y se impuso como tal en los tiempos del rey Arturo y sus caballeros de la mesa redonda. Cuando resultó evidente que la “aristocracia” (que significa el poder por la espada), no convertía en verdaderos nobles a los mejores peleadores y que, para lograr un reino estable y próspero, resultaba imprescindible un cambio de consciencia y mentalidad en los bárbaros que reinaban y/o secundaban a los reyes como nobles, por las tierras logradas mediante luchas. Para que no se diezmaran entre ellos por ambiciones personales, cuestiones banales, orgullo estúpido y hasta escandalosas traiciones con alevosos asesinatos. Especialmente para recordar que, QUIEN ES REALMENTE BUENO O “SUPERIOR” (NOBLE), no necesita recurrir a vilezas para ganar o salirse con la suya. Pues es sabido que, quienes se habituaron a vivir peleando, en tiempos de paz “extrañan” al uso de las armas y el riesgo del peligro, por lo cual vivían tentados a “pelear a muerte” justificándolo con cualquier estupidez (así, de paso, se mantenían entrenados y obtenían más riquezas, fama y poderío).
Así fue como algún rey (no necesariamente Arturo verdad?) impuso entre los suyos las competencias pacíficas (las que se volvieron tradicionales “justas” o “duelos” de caballería) y a las “reglas de caballería” (morales y de conducta) que debían ser respetadas y hechas respetar por todos los “caballeros” (y aristócratas) fieles a la corona. Eso fue un conjunto de normas básicas de ética y convivencia para “poderosos” (nobles), incluso en la lucha (no derramar sangre ni matar estúpidamente, llevados por pasiones egoístas, a quien está indefenso o se rinde y arrepiente de sus conductas erróneas).
Cabe acotar que, la “razón por las armas”, viene de tiempos muy anteriores, halladas en diferentes culturas tribales, donde “Dios” (o los dioses) aseguraban “ayudar al justo” para que resultara vencedor.
Partiendo de tal concepto, de “DIOS AYUDANDO” ¿qué necesidad habría de utilizar recursos bajos o “sucios” (como aprovechar distracciones, arrojar polvo a los ojos del rival, etc) cuando era imposible perder por el amparo que se tenía de uno o varios dioses?
Así quedaba claro que, quien no tenía ética y magnanimidad en la lucha, era clara señal de que no tenía la razón de su parte ni el amparo de alguna deidad, sino que tan sólo era un egoísta y, como tal, capaz de cualquier traición para obtener alguna clase de beneficio personal. Es decir: Una alimaña de lo más detestable como para tenerla cerca o dejarla vivir. Ya que no vacilaría en asesinar a cualquier inocente por egoísmo dañino.
Por todo esto, cada vez que se estaba ante una situación conflictiva o éticamente cuestionable, se comenzó a recordar a las “REGLAS DE CABALLERÍA” (después pasaron a ser de toda la aristocrática en su conjunto) con la expresión “NOBLEZA OBLIGA” (a conducta ética y magnánima o generosa). Ya que la verdadera nobleza, está en el espíritu de las personas (tan esencial a la vida como la sangre) y no en las armas o picardías personales, ya que el “factor suerte” (imponderables muy frecuentes en las luchas masivas cuerpo a cuerpo y donde la supervivencia era casi una cuestión de suerte) eran claras señales de lo que consideraban amparo Divino a los más justos y correctos, para poder llegar a convertirse en “aristócratas”.
Con el correr del tiempo, dicha expresión continuó usándose como recordatorio de que la conducta ética y sensatamente magnánima ante cualquier situación dudosa, o en la que la verdad no fuera muy evidente, era condición obligada de los auténticos nobles y dignos de admiración y respeto. Ante la duda: perdonar o abstenerse de posible daño hacia quienes no se tenga evidencias seguras de culpabilidad. Pero llevado también a evitar la “justicia por mano propia”, cuando no es alevosamente esencial aplicarla, sobre todo en defensa de la propia vida o de la de terceros en inferioridad de condiciones. Que a partir de estas premisas es donde comenzó la aparición de la denominación de paladines, hacia quienes eran considerados ejemplos de conducta ética y justa…
¿A qué aluden esas dos palabras? ¿Cuándo las expresaban y por qué?
Aunque varios se la atribuyen a un Duque del siglo XIX, por expresarla en un libro de “memorias y reflexiones”, la expresión es mucho más antigua y se impuso como tal en los tiempos del rey Arturo y sus caballeros de la mesa redonda. Cuando resultó evidente que la “aristocracia” (que significa el poder por la espada), no convertía en verdaderos nobles a los mejores peleadores y que, para lograr un reino estable y próspero, resultaba imprescindible un cambio de consciencia y mentalidad en los bárbaros que reinaban y/o secundaban a los reyes como nobles, por las tierras logradas mediante luchas. Para que no se diezmaran entre ellos por ambiciones personales, cuestiones banales, orgullo estúpido y hasta escandalosas traiciones con alevosos asesinatos. Especialmente para recordar que, QUIEN ES REALMENTE BUENO O “SUPERIOR” (NOBLE), no necesita recurrir a vilezas para ganar o salirse con la suya. Pues es sabido que, quienes se habituaron a vivir peleando, en tiempos de paz “extrañan” al uso de las armas y el riesgo del peligro, por lo cual vivían tentados a “pelear a muerte” justificándolo con cualquier estupidez (así, de paso, se mantenían entrenados y obtenían más riquezas, fama y poderío).
Así fue como algún rey (no necesariamente Arturo verdad?) impuso entre los suyos las competencias pacíficas (las que se volvieron tradicionales “justas” o “duelos” de caballería) y a las “reglas de caballería” (morales y de conducta) que debían ser respetadas y hechas respetar por todos los “caballeros” (y aristócratas) fieles a la corona. Eso fue un conjunto de normas básicas de ética y convivencia para “poderosos” (nobles), incluso en la lucha (no derramar sangre ni matar estúpidamente, llevados por pasiones egoístas, a quien está indefenso o se rinde y arrepiente de sus conductas erróneas).
Cabe acotar que, la “razón por las armas”, viene de tiempos muy anteriores, halladas en diferentes culturas tribales, donde “Dios” (o los dioses) aseguraban “ayudar al justo” para que resultara vencedor.
Partiendo de tal concepto, de “DIOS AYUDANDO” ¿qué necesidad habría de utilizar recursos bajos o “sucios” (como aprovechar distracciones, arrojar polvo a los ojos del rival, etc) cuando era imposible perder por el amparo que se tenía de uno o varios dioses?
Así quedaba claro que, quien no tenía ética y magnanimidad en la lucha, era clara señal de que no tenía la razón de su parte ni el amparo de alguna deidad, sino que tan sólo era un egoísta y, como tal, capaz de cualquier traición para obtener alguna clase de beneficio personal. Es decir: Una alimaña de lo más detestable como para tenerla cerca o dejarla vivir. Ya que no vacilaría en asesinar a cualquier inocente por egoísmo dañino.
Por todo esto, cada vez que se estaba ante una situación conflictiva o éticamente cuestionable, se comenzó a recordar a las “REGLAS DE CABALLERÍA” (después pasaron a ser de toda la aristocrática en su conjunto) con la expresión “NOBLEZA OBLIGA” (a conducta ética y magnánima o generosa). Ya que la verdadera nobleza, está en el espíritu de las personas (tan esencial a la vida como la sangre) y no en las armas o picardías personales, ya que el “factor suerte” (imponderables muy frecuentes en las luchas masivas cuerpo a cuerpo y donde la supervivencia era casi una cuestión de suerte) eran claras señales de lo que consideraban amparo Divino a los más justos y correctos, para poder llegar a convertirse en “aristócratas”.
Con el correr del tiempo, dicha expresión continuó usándose como recordatorio de que la conducta ética y sensatamente magnánima ante cualquier situación dudosa, o en la que la verdad no fuera muy evidente, era condición obligada de los auténticos nobles y dignos de admiración y respeto. Ante la duda: perdonar o abstenerse de posible daño hacia quienes no se tenga evidencias seguras de culpabilidad. Pero llevado también a evitar la “justicia por mano propia”, cuando no es alevosamente esencial aplicarla, sobre todo en defensa de la propia vida o de la de terceros en inferioridad de condiciones. Que a partir de estas premisas es donde comenzó la aparición de la denominación de paladines, hacia quienes eran considerados ejemplos de conducta ética y justa…
BUENO, YA SABEMOS MÁS ACERCA
DE ESTO NO?
IN LAK ECH
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