Sólo con los noticieros de televisión y las fotos de los diarios, sobre
todo durante estos últimos tiempos, tienes suficiente como para saturarte de
espectáculos de muerte hasta llegar a anestesiarte frente a esas imágenes
reiteradas hasta lo inimaginable.
Ven la muerte de sus semejantes a diario; los rodea, los atrapa. La
muerte se ha convertido en objeto de negocio, de lucro. Hay infinidad de
películas llenas de escenas de muerte. Los noticieros y los diarios no ahorran espacio
para mostrarla; esas imágenes venden. A la vez se ha trivializado su
significado: sin darse cuenta ustedes, evitan pensar en que los que mueren ante
las consecuencias de un desenlace violento.
Paralelamente, y como una gigantesca contradicción, en la vida personal,
familiar y de relación, la sociedad actual intenta negar la muerte como parte
de la vida. Hoy, no sólo es de mal gusto hablar de la muerte, sino también lo
es envejecer y morir. Estas situaciones se ocultan bajo excusas sólo admisibles
en una sociedad que ha perdido el rumbo y da valor principal a cosas
perecederas; posesiones, juventud, vitalidad, diversión.
Hoy la humanidad ha sido privada de su muerte. Antes, la información
sobre la inminencia de la propia muerte era un derecho inalienable. Hoy se
procura que el enfermo no sepa la verdad de su estado; se le engaña. Antes lo
temible era la muerte súbita, sin posibilidad de prepararse. Hoy, en cambio, se
escucha decir con cierto alivio: “Por lo menos murió sin darse cuenta”.
En la sociedad actual se niega la muerte y los procesos de envejecimiento
que la preceden. Esa actitud se ve claramente en la cantidad creciente de
ancianos que, separados de su familia, viven en instituciones geriátricas y en
el alejamiento de los enfermos terminales de la casa.
Entre las enseñanzas universales que han sido dadas a la Humanidad por
todos los grandes iniciados, está la consideración de la muerte. Sin embargo
nunca se termina de comprender la importancia de la meditación sobre ella,
porque esa idea es contraria a la mayor parte de aquello a lo que el mundo
asigna valores.
Se ha pretendido, inclusive, burlar la muerte a través de la criogenia.
Error monumental sólo explicable por la ignorancia de las leyes cósmicas
relativas al Hombre completo. Por no saber que el paso por la vida física es
sólo eso: un paso, y que el Ser real que son, abandona en ese trance la
vestidura que es el cuerpo físico cuando ya no le sirve, para seguir su camino
hacia la luz.
LA MEDITACIÓN
NECESARIA
En la Enseñanza se nos habla en forma totalmente precisa, sin indirectas
ni rodeos, acerca de la necesidad de meditar sobre la finitud de todas las
cosas, a través de poner tu atención en la muerte humana, en particular. Es una
fuerte exhortación a meditar sobre la muerte, que es lo único seguro que
tenemos todos los seres vivos ante nosotros y nos muestra lo ilusorio y efímero
de las cosas del mundo.
¿POR QUÉ HAY
QUE MEDITAR SOBRE LA MUERTE?
Porque todo es transitorio en esta vida. Porque la conciencia plena de
esa verdad les permitirá vivir sin temor; nada pueden perder, en realidad.
Porque cuando llegue ese momento para el cuerpo, tendrían que estar
desapegados de las cosas de esta vida, para no llevar al otro mundo un lastre
que los podría hacer deambular interminablemente sin poder hallar la paz.
“La
muerte rodea por doquier. Sin embargo, el individuo vive como si nunca debiera
morir, como si él fuera el único digno de escapar a la última ley. A muchos,
sólo la idea de la muerte les causa temor; no quieren que se hable de ella en
su presencia y huyen de toda conversación fúnebre”. Miedo, miedo y miedo, es lo
que los hace actuar así.
Meditar sobre la muerte es necesario no sólo como preparación para ese momento,
sino para vivir mejor lo que quede de vida. Muchos piensan que sólo es cuestión
de “prepararme para cuando me toque”, y de inmediato la mente da la excusa para
escabullirle al tema: “ya habrá tiempo para eso, hoy voy a disfrutar de la
vida…”
No comprenden que con esa forma de pensar nunca llegará el momento de
hacerlo, y lo más importante: que es necesario alcanzar hoy la liberación del
temor, que el desapego a lo transitorio es lo que les permitirá vivir hoy con
conciencia permanente de la vida tal como es: belleza y dolor, alegrías y
tristezas, sin que nada de eso te ate. Sólo así se puede transitar por ella con
plenitud y dejar el mundo triunfante y libre.
Dice la Enseñanza: “La consideración de la muerte y de lo perecedero de
las cosas humanas ha de estar continuamente en el Ser, pero no sólo como una
idea, sino como una realidad. Es fácil decirlo, pero hay que hacer que
verdaderamente sea una realidad.”
En esa consideración hay varios aspectos: lo perecedero de todas las
cosas materiales y de las ilusiones que los atan a ellas, la finitud de todos
los seres humanos y tu propia muerte. Es necesario meditar sobre todos estos
aspectos, pero saber que el más difícil de asumir y de trabajar es el último:
se mueren los demás, yo no.
¿CÓMO ENFRENTAR
ESE TEMA? ¿CÓMO ACERCARTE A ESA PRÁCTICA TAN NECESARIA?
La Enseñanza recomienda con énfasis visitar los cementerios, porque en
todos los cementerios del mundo se puede conocer lo que es la vida humana. Si
esto no se puede hacer con cierta frecuencia, hay que usar la imaginación e ir
con el pensamiento a los lugares donde se puede ver en qué termina todo lo que les
parece tan real y duradero.
De todos modos, sabemos que lo decisivo no es en sí mismo lo que veamos o
lo que consideremos en nuestra imaginación, sino la actitud con que lo hagamos.
De nada sirve una visión de muerte si no nos obligamos a meditar en su
significado profundo. Las imágenes de muerte de la televisión y de los diarios
deberían servir también para trabajar en tu interior.
Los enfermos terminales necesitan asistencia, cercanía humana. Brindarles
compañía no sólo es una obra de servicio, sino también una oportunidad
excelente para ver la muerte de cerca. ¿Por qué muchos evitan esas situaciones?
¿Por qué se quedan sin palabras ante ellos? Falta de conocimiento, de
conciencia y de compasión, además del miedo subyacente.
Otra forma de trabajar en ese tema es orar por los muertos. Muchas son
almas que han tenido una vida buena, y sin embargo no supieron morir. Nunca
será suficiente lo que se pida y se ofrezca por esas almas, que sufren y
esperan en la oscuridad. Son millones los que mueren esclavizados bajo fuertes
ataduras al mundo material, y ya no tienen oportunidad de renunciar a menos que
alguien les haga ver su situación y los conduzca hacia la luz.
En la
Enseñanza sobre las Almas Desencarnadas, se explica cómo orar por ellas, y
porqué es necesaria la ayuda: “Hay que caminar al lado de ese ser y decirle que
el camino que hace no existe, es ilusorio. Son elementos físicos que llevó con
él al más allá, y esa es la causa de su tristeza y dolor.”
“Ofrendar la oración por las almas
más abandonadas, que nadie recuerda y sufren; pensar en los seres desencarnados
que aún creen estar aquí con un cuerpo. Esto es lo más desesperante, porque lo
peor es creer vivir sin estado, querer participar de los bienes físicos. Ser
sus compañeros.”
EL SER COMPLETO
¿Qué es lo que muere? ¿Qué es lo que termina con la muerte física? Para
comprender mejor estas cuestiones, es bueno considerar el hecho de que, si bien
como seres humanos en el mundo físico, el cuerpo es parte de tu persona, no es
lo esencial, sino sólo un alojamiento provisorio del Ser.
Una forma de verlo y asumir esta realidad se podría expresar de esta
manera: “Este cuerpo está vivo porque Yo estoy en él”.
La Enseñanza, nos explica cómo es la constitución humana, y entonces
queda claro qué es lo que dejan y qué es lo que sigue existiendo al morir.
El ser humano es triple, al estar constituido por cuerpo, alma y espíritu,
y simultáneamente es septenario ya que el cuerpo consta de tres partes y
también el alma consiste en tres aspectos mentales. El cuerpo está formado por
los cuerpos físico, astral y energético, y de éstos, el único que termina en el
acto de morir es el físico, lo estrictamente material. El resto de ese ser
humano, continúa su existencia en otros planos, con otras tareas que cumplir y
caminos que recorrer.
El cuerpo físico forma parte del SER completo, mientras el espíritu y el
alma lo habitan, pero es tan transitorio y desechable como cualquiera de los
ropajes con que lo cubren. Para el Ser esencial, no es real.
¿MIEDO, YO?
En la
imaginación, siempre es otro el que muere, no yo. El instinto es
muy fuerte, y a través de la identificación del ser con el cuerpo, los hace
perdonar energías en tratar de evitar un final físico ineludible. Para ubicarte
mejor en lo real, podrías pensar: “Este cuerpo en el que estoy es el que va a
morir.”
La actitud evasiva se evidencia en muchas formas: hacen previsiones para
“cuando no estén”; lo hacen por razones prácticas y por consideración para los
que siguen vivos. Pero, ¿ver convertido tu cuerpo en un esqueleto,
convirtiéndose en polvo? ¿Quién puede mirar sus manos y ver, a través de la
piel, los huesos descarnados? ¿O mirarse en el espejo y ver la calavera, oculta
bajo el rostro?
Sí, ya sé. Todo esto parece morboso, obsesivo, loco, enajenado. Así lo
califica la sociedad de hoy. Pero, ¿no es realmente enajenarse vivir subyugando
tu Ser interior a lo perecedero?
En la película Patch Adams, con Robin Williams, hay una escena en la que
el protagonista pone al Sr. Davis, enfermo de cáncer de páncreas, de cara a la
muerte que le llegará en poco tiempo. Le dice: “Muerte: fallecimiento, deceso,
defunción…” y así sigue. En menos de dos minutos, y con unos treinta sinónimos
de la palabra muerte de por medio, se desenvuelve un drama en el cual el
enfermo pasa de la ira y la negación, a la aceptación del hecho de que va a
morir, y eso lo libera a tal punto que la escena termina con los dos riendo a
carcajadas.
Esto te muestra la necesidad de enfrentar esa realidad en tu vida diaria.
Llegada la hora, no creo que cuentes con un Patch Adams que te ayude a entender
y aceptar la muerte en dos minutos. La renuncia al mundo y a todas las
identificaciones con lo perecedero debe hacerse antes de que llegue ese
momento: si aprendes a morir antes de morir, el ser trascendente que eres se
desprenderá fácilmente para seguir su destino superior.
En el momento de la muerte, hay que dejar todos los apegos. Si los has
dejado antes, el tránsito será más fácil. Pero el instante final es sólo un
paso; el problema se presenta después, cuando al tener que seguir hacia la luz,
están apegados a las cosas del mundo y pueden deambular en la neblina por mucho
tiempo. Éste es el tristísimo espectáculo que veía el Maestro Santiago cuando
trataba de ayudar a las almas en ese estado, como en el ejemplo que da la
Enseñanza.
VIVIR SIN
TEMOR, MIRANDO LA MUERTE
El desafío es vivir con la muerte por delante. Para eso cuentan con las
herramientas y las instrucciones necesarias en las Enseñanzas y en tu interior,
si aprendes a buscar. “Mediten también todos sobre el gran momento en que
fueron llamados a la Renuncia…”. “Si hay una dicha sublime en el mundo es la de
haber renunciado y esta dicha es fruto de la comprensión de que todo en el
mundo es transitorio.”
Ante esta insistente propuesta, muchos pueden preguntarse: ¿No será
triste y pesarosa la vida de uno si constantemente tiene ante sí la perspectiva
de lo contingente del mundo y en especial de su desaparición física?
EN ABSOLUTO; LA
TRISTEZA Y EL PESAR VIENEN DEL APEGO Y DE LA FALTA DE COMPRENSIÓN
La renuncia tiene efectos de paz verdadera para el alma. Quien nada
tiene, nada tiene que perder; no hay pesar por pérdida alguna. Quien renuncia a
la posesión, nada quiere ganar; puede vivir en el mundo siendo libre y
disfrutar plenamente de la belleza, el amor y la alegría inmanentes en la
creación, como manifestación de la magia de vivir.
“La solución no ha de ser el
abandono del mundo, sino la exaltación del mismo. Mi renuncia no niega la vida
sino la exonera. Renunciar a la vida porque no hay soluciones a sus males es un
remedio muy pobre, pero el renunciar a la vida habiéndola transformado, es
haber alcanzado el fin.”
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