Ah Izel, estuvo
durante mucho tiempo volando y viajando por la basta zona maya en busca de su
destino, él es un quetzal, el ave que representa a la cultura de nuestros
ancestros, un día subí hasta la copa de una enorme ceiba y ahí lo encontré, él
asombrado de mi existencia se acercó a mí para preguntarme:
- Quién y qué
eres pequeño y diminuto ser?
- Soy el Nool…
un duende maya animado por el mismo Hunab Ku para entregarle un mensaje a
la humanidad…
Ah
Izel, sonriente dijo:
-Qué bueno, porque yo también
necesito de un mensaje, por favor, te ruego que me impartas una instrucción
para aproximarme a la verdad. Tal vez tú dispongas de alguna enseñanza secreta.
Después
de mirarlo unos instantes, le dije:
-
Ah Izel, el gran secreto está en la observación. Nada escapa a una mente
observadora y perceptiva. Ella misma se convierte en la enseñanza.
-
¿Qué me aconsejas hacer? – me dijo entonces.
-
Observa –le dije-. Acércate a una poza con cascada, quédate a la orilla, y
observa cómo el sol se refleja en sus aguas. Permanece observando tanto tiempo
como te sea necesario, tanto tiempo como te exija la apertura de tu
comprensión.
Durante
días, Ah Izel se mantuvo en completa observación, sentado a la orilla de aquel
mágico paraje natural. Observó el sol reflejándose sobre las aguas cristalinas unas
veces tranquilas, otras encrespadas. Observó las leves ondulaciones de sus
aguas cuando la poza estaba en calma y las ondas que se creaban pertubadas
cuando llegaba la tempestad. Observó y observó, atento y ecuánime, meditativo y
alerta. Y así, paulatinamente, se fue desarrollando su comprensión.
Su
mente comenzó a modificarse y su consciencia a hallar otro modo mucho más rico
de percibir.
Un
día Ah Izel, muy agradecido, llegó a Chankaah, al verlo me acerque a él y sonriéndole
le dije:
-
¿Has comprendido a través de la observación? -
-
Sí -repuso satisfecho Ah Izel-. Llevaba tiempo efectuando los ritos, asistiendo
a las ceremonias más sagradas, leyendo las escrituras, pero no había
comprendido. Unos días de observación me han hecho comprender.
Lo
vi fijamente y le dije: El sol es nuestro ser interior, siempre brillante, poderoso,
inafectado. Las aguas no lo mojan y ninguna perturbación por fuerte que sea lo
alcanzan; es ajeno a la calma y a todo lo que a los demás pueda perturbar.
Si
dijo Ha Izel, con una profunda comprensión en su mirada para agregar- Siempre
permanece, inalterable, en sí mismo.
–
Ésa es una enseñanza sublime –le dije-, la enseñanza que se desprende del arte
de la observación. Toma en cuanta querido quetzal que todos los grandes
descubrimientos se han derivado de la observación diligente. No hay mayor
descubrimiento que el del Ser.
Observa
y comprende.
Desde ese día supe que Ha Izel,
sería un miembro más de mi aldea y que en él, depositaria yo, la confianza de
la observación.
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