El film examina por
medio de un guion muy cuidado e imágenes descriptivas de paisajes naturales, la
mente de un antropólogo (Hopkins) quién ha estado perdido por años, viviendo en
la jungla con gorilas como familiares y compañeros. El investigador que estuvo
inmerso en la vida social de aquellos primates, fue acusado de matar y herir a
varios supuestos guarda parques cuidadores de la vida silvestre en África,
siendo detenido en prisión. Un brillante joven psiquiatra (Gooding) trata de
encontrar la razón por la cual él mató a esos hombres, pero termina enredado en
una aventura que lo lleva a comprender más sobre la verdadera historia y
naturaleza de la humanidad.
¿Por qué los humanos
se sienten habilitados para matar a los animales? ¿Es acaso el poder que emana
de la posibilidad de empuñar armas? ¿O el argumento de que, como la muerte no significa nada para
ellos, quitarles la vida es igual que no hacerlo puesto que no lo sienten? En
“Instinto”, la película del cine hollywoodense
dirigida por Jon Turteltaub, se desarrollan una serie de temas y situaciones
que resultan interesantes a la hora de analizar la cuestión de la animalidad y
la presuposición humana de que el hombre es superior al animal. Un ser viviente, igual
que él, pero distinto a los ojos antropocéntricos del mundo.
¿No son, acaso, tan seres vivos
el hombre como el animal; tan parecidos; acaso no nacen,
sienten y mueren?
De
todos modos, ya suena ridículo recordar que tanto los humanos como los “animales”
pertenecen a la categoría de los seres vivos. Aunque Descartes se haya
encargado de registrar al animal con una máquina, como algo sin alma ni
razón. ¿En qué lugar debemos ponernos, entonces, para estudiar la cuestión de
la animalidad? ¿En el de los críticos de Greenpeace, que cuestionan a las
organizaciones que pugnan por la vida y la libertad de animales el hecho de
oponerse a la caza “indiscriminada” (pero no a la caza)? ¿Hay que ubicarse en
el lugar de los vegetarianos, que no pueden soportar que se mate a otros seres
vivos para luego comerlos, ejerciendo “un acto de canibalismo similar a aquél
de los campos de concentración”?
La aclaración es
válida a la hora de proclamar un trato justo con el resto de los seres vivos:
no tiene sentido tratar a dos grupos distintos del mismo modo. “Puesto que un
perro no puede votar, no tiene sentido hablar de su derecho al voto”. Pero sí es posible ponerse
en un plano que permita un retorno a la comprensión del carácter de “animal”
que hay en el ser humano
cuando comete una atrocidad y el
trato que en consecuencia deberían recibir los animales, seres vivientes de la
misma especie.
La ciencia es la bestia
¿Por
qué existen discusiones sobre la clonación? ¿Sobre qué bases Habermas, Le
Breton, Sloterdijk, entre otros, elaboran sus pensamientos? El hecho fundamental
ocurrió en 1997. La mirada de la oveja Dolly es la prueba de que el experimento
funcionó. Es en ese momento donde surge la preocupación ante la clonación. A
costa de otro ser viviente, el hombre fue
capaz de demostrar que, por lo menos en los animales, la clonación es posible. Y,
retomando la cita del principio, este trato dado a los animales, que son
ubicados por los hombres en la categoría de “resto de los seres vivientes”,
como si los hombres fueran otra clase de seres vivos, más desarrollados (como
suele denominarse a los países pobres con la designación de “resto del mundo”), exhibe una forma de pensamiento, una dirección seguida en
torno al animal que transforma a éste en la base de
experimentos científicos. Obtenidos los resultados con animales, son
homologados por el científico con la conducta humana...
¿Por qué,
entonces, si el comportamiento de un perro o los actos de un mono sirven para
explicar después la conducta humana, se juzga al animal como inferior al hombre? Es obvio que un animal no va a leer un libro ni brindar una conferencia, pero
comparar dos órdenes totalmente diferentes es una tarea que sólo puede conducir
a la injusticia de afirmar que el ser humano es superior porque dispone del lenguaje, la razón y el
intelecto para desenvolverse en sociedad…
O no?
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