jueves, 23 de agosto de 2012

INSTINTO


El film examina por medio de un guion muy cuidado e imágenes descriptivas de paisajes naturales, la mente de un antropólogo (Hopkins) quién ha estado perdido por años, viviendo en la jungla con gorilas como familiares y compañeros. El investigador que estuvo inmerso en la vida social de aquellos primates, fue acusado de matar y herir a varios supuestos guarda parques cuidadores de la vida silvestre en África, siendo detenido en prisión. Un brillante joven psiquiatra (Gooding) trata de encontrar la razón por la cual él mató a esos hombres, pero termina enredado en una aventura que lo lleva a comprender más sobre la verdadera historia y naturaleza de la humanidad.
¿Por qué los humanos se sienten habilitados para matar a los animales? ¿Es acaso el poder que emana de la posibilidad de empuñar armas? ¿O el argumento de que, como la muerte no significa nada para ellos, quitarles la vida es igual que no hacerlo puesto que no lo sienten? En “Instinto”, la película del cine hollywoodense dirigida por Jon Turteltaub, se desarrollan una serie de temas y situaciones que resultan interesantes a la hora de analizar la cuestión de la animalidad y la presuposición humana de que el hombre es superior al animal. Un ser viviente, igual que él, pero distinto a los ojos antropocéntricos del mundo.
¿No son, acaso, tan seres vivos el hombre como el animal; tan parecidos; acaso no nacen, sienten y mueren?
 Los humanos van a los zoológicos a observar a otros seres vivos y regodearse sacándoles fotos. Desde las jaulas de los zoológicos, los animales exhiben su docilidad y los adultos pueden mostrar a sus hijos “las ‘reproducciones’ de los originales que tienen en sus casas”. Está prohibido darles de comer, de eso se encargan los guardias. Está prohibido acercarse en exceso, es peligroso. Hay que contemplar, del mismo modo que se observan a los animales en las fotografías. Hasta es posible fotografiarlos. La analogía de Berger entre la galería del arte y el zoológico es ilustrativa, podría equipararse también a una película de cine. Los hombres, en vez de pararse delante de un cuadro, se paran para ver cómo el león ruge o cuida a sus hijos, para admirar el color raro de piel de alguna especie “exótica” (¿qué es una especie exótica?). El animal, cazado pero vivo, apresado y enjaulado, es un muestrario de esa “otra vida” que es la no-humana, la animal, tal y como la llaman ustedes.
De todos modos, ya suena ridículo recordar que tanto los humanos como los “animales” pertenecen a la categoría de los seres vivos. Aunque Descartes se haya encargado de registrar al animal con una máquina, como algo sin alma ni razón. ¿En qué lugar debemos ponernos, entonces, para estudiar la cuestión de la animalidad? ¿En el de los críticos de Greenpeace, que cuestionan a las organizaciones que pugnan por la vida y la libertad de animales el hecho de oponerse a la caza “indiscriminada” (pero no a la caza)? ¿Hay que ubicarse en el lugar de los vegetarianos, que no pueden soportar que se mate a otros seres vivos para luego comerlos, ejerciendo “un acto de canibalismo similar a aquél de los campos de concentración”?
La aclaración es válida a la hora de proclamar un trato justo con el resto de los seres vivos: no tiene sentido tratar a dos grupos distintos del mismo modo. “Puesto que un perro no puede votar, no tiene sentido hablar de su derecho al voto”. Pero sí es posible ponerse en un plano que permita un retorno a la comprensión del carácter de “animal” que hay en el ser humano cuando comete una atrocidad y el trato que en consecuencia deberían recibir los animales, seres vivientes de la misma especie.
La ciencia es la bestia
¿Por qué existen discusiones sobre la clonación? ¿Sobre qué bases Habermas, Le Breton, Sloterdijk, entre otros, elaboran sus pensamientos? El hecho fundamental ocurrió en 1997. La mirada de la oveja Dolly es la prueba de que el experimento funcionó. Es en ese momento donde surge la preocupación ante la clonación. A costa de otro ser viviente, el hombre fue capaz de demostrar que, por lo menos en los animales, la clonación es posible. Y, retomando la cita del principio, este trato dado a los animales, que son ubicados por los hombres en la categoría de “resto de los seres vivientes”, como si los hombres fueran otra clase de seres vivos, más desarrollados (como suele denominarse a los países pobres con la designación de “resto del mundo”), exhibe una forma de pensamiento, una dirección seguida en torno al animal que transforma a éste en la base de experimentos científicos. Obtenidos los resultados con animales, son homologados por el científico con la conducta humana...
¿Por qué, entonces, si el comportamiento de un perro o los actos de un mono sirven para explicar después la conducta humana, se juzga al animal como inferior al hombre? Es obvio que un animal no va a leer un libro ni brindar una conferencia, pero comparar dos órdenes totalmente diferentes es una tarea que sólo puede conducir a la injusticia de afirmar que el ser humano es superior porque dispone del lenguaje, la razón y el intelecto para desenvolverse en sociedad… O no?



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